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Segmento narrativo

La Benefactora

Nouvelle

(fragmento)

“Por fin, una mañana comencé a tomar clases de matemática y lenguaje con una mujer llamada Rita que a mí me resultaba atractiva.  Por supuesto que en nada se parecía a las maestras clásicas de las que yo había tenido en La Colmena o en el Hogar.  Desde un comienzo, el brillo de sus dientes bien formados me llamaron la atención.  Sin embargo, lo que a mí más me daba vuelta, era su voz cálida preguntándome si había comprendido.  Con Rita todo estaba perfecto y nunca me ordenó que hiciera las cosas, me lo pedía.  Su tono era de por favor querido o muy bien, muy bien… Y así me sentía desde que me levantaba, temprano para no llegar tarde.  Su casa quedaba en el segundo piso y como no había ascensor yo subía las escaleras de un tranco.  Enseguida me hacía pasar a la salita del piano.  En la pared de al lado, debajo de la ventana, había un sofá que tenía un cobertor azul turquesa (me gustaba imaginar que alguna vez yo podría dormir allí).  Yo trabajaba en el escritorio con alzada, ubicado enfrente del piano.  El escritorio era una antigüedad que había pertenecido a su padre y que los lunes siempre olía a cera.  A mí nunca me había gustado ni la matemática ni el análisis gramatical.  Me dormían, pero el hecho de aprenderlos con ella, tenía cierto encanto.

Rita solía destinar los últimos minutos de la clase para conversar.  Me dba cuenta de que ella era cuidadosa con las preguntas porque conocía mi situación (Pachita se la había contado con lujo de detalles el día en que me llevó a conocerla).  Rita me animaba para que progresara en los estudios, para que hiciese cosas nuevas.  Se interesaba por mis gustos y preferencias.  Con seguridad, Rita fue la primera persona que de este lado del mundo me hizo sentir que era alguien.

A media que el tiempo pasaba, yo tenía cada vez más curiosidad acerca de ella.  Me la imaginaba soltera y que estaría esperando a su príncipe azul…”

(De Los Cuatro Vientos Ediciones, 2005)

 

 

 

Posternak

Novela

(fragmento)

 

 

 

“Desde la cama, la joven embarazada observa la telaraña del techo, brillante por las luces de cristal. De pronto escucha: ¿a qué hora, mañana? Y a la tía Mónica que dice: a las once, ¿está bien?

Un rato después, cuando el hombre de la funeraria se marcha, recién entonces Mónica se acerca a saludar a la joven embarazada.  La chica hace un movimiento algo brusco para acomodarse en la cama.  Mientras se queja de que aún deberá hacer reposo durante dos semanas, quizá tres… Hay cierto modo infantil en la manera de decir que su estado le está trayendo más molestias que beneficios.  Pero al hablar de Posternak muerto, está triste: ya se había acostumbrado a él en todos estos meses.  Carraspea: lo extrañará mucho.  Sin consuelo se suena la nariz con el borde de la sábana.

   De pronto la pena se confunde con el deber.  Explica que a pesar de todo, él había sido el padre de su madre.  Por eso, cómo no iba a quererlo.  Por suerte, al menos, pudo tenerlo algunos meses.  Entonces ahora ella siente amor, Un amor que es sublime e indiscutible porque lo lleva en la sangre.”

 

Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes

(EMECÉ, 2007)

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